¿HOMENAJEADOS?... ¿DE QUÉ...?
Escribe: Juan Percy Sánchez Samán
Por Administrador
Publicado en 25/06/2025 10:23
NOVEDADES

Los pasillos del hospital de la seguridad social estaban abarrotados; la mañana fría ha convertido los corredores en un espacio glacial, no había lugar en ninguna de las bancas ubicadas a un lado cercanas a la pared, las personas distan estrechamente unas a otras en ese intento inconsciente de brindarse calor y aplacar la baja temperatura.

Faltan pocos minutos para las ocho de la mañana, las puertas despintadas y rotas de los consultorios no tienen indicios de abrir, parecieran estar selladas semejantes al ingreso de un sepulcro. De pronto, una enfermera pasa presurosa, tras ella un enfermero, pareciera habían bajado algún banderín dando inicio a la partida de alguna competencia.

Justin, de pie a un lado de una de las bancas ve abrir la puerta del consultorio ubicado frente a él logrando oír una voz chillona diciendo -les voy diciendo que el doctor va a demorar, esperen nada más- la enfermera, una señora entrada en años, de baja estatura y de redondas formas, vestía su traje clásico de enfermera de color turquesa, al parecer un par de tallas menos pequeña, exageradamente ceñida al cuerpo que le impedía respirar bien a punto de ponerla de mal humor. Ella, hablaba sin mirar a nadie dando la espalda a los pacientes mientras volvía a cerrar la puerta del consultorio e irse caminando perdiendo su rechoncha silueta al final del pasillo.

El transcurrir del tiempo calentó el ambiente, los pacientes caminaban de un lado a otro, enfermeras, médicos y personal de limpieza eran ahora parte del lienzo matutino.

Luchito Roca, formaba parte del grupo de pacientes que esperaban su turno de atención entumidos de frío sentados en una de las bancas del corredor, ellos esperaban ser atendidos en el consultorio donde minutos antes la enfermera ingresara y saliera raudamente diciendo “esperen nada más”. Él (Luchito Roca) personaje originario y reconocido de ese distrito cañetano que fuera denominado en antaño como la “capital comercial del sur medio” calentaba su delgaducho cuerpo con una chompa tejida de lana, cruzado de brazos, estaba casi irreconocible envuelto en una chalina que le cubría la mitad del rostro dejando apenas visible sus ojos, dormitaba de cuando en cuando, cerraba sus ojos en ese intento de no dejar espacio a la desesperación de la espera. Luchito Roca era participe activo de los movimientos sociales y políticos del distrito, durante sus épocas de estudiante juvenil había formado filas de un partido político en la ciudad de Lima, sus conversaciones circundaban siempre alrededor del progreso comunal.

La enfermera llegó de forma intempestiva, la acompañaba una sonrisa, junto a ella, estaba el médico quien saludara con un “buenos días” de forma general para seguidamente ingresar al consultorio y cerrar la puerta. La espera continuaba, el saludo del médico despertó a quienes habían sido apresados por los brazos de Morfeo, en ese instante Luchito Roca levantó la mirada bajando unos centímetros la chalina de su rostro, fue el momento cuando Justin se percató de su presencia -hola cumpa- le dijo, de forma inmediata recibió la respuesta de Luchito Roca estirándole la mano en respuesta del saludo.

El distrito antes llamado como “la capital comercial del sur medio” se había convertido en un relleno sanitario, no había alguna calle en donde la limpieza sea una virtud, esta había sido reemplazada por desechos, el frontis de los mercados eran muladares, calles completas convertidas en cerros de basura. De la mano de la suciedad e inmundicia caminaba el desorden, comerciantes informales invadían las calles, la plaza de la ciudad dejó de ser un lugar de paz, tranquilidad y sosiego, para convertirse en un mercado de comerciantes informales nacionales y extranjeros. Las autoridades de turno recostándose al folclor y tradición se inventaban celebraciones, siendo esta, la excusa perfecta para convertir la plaza en un espacio invadido para la venta de licor, con ello los consumidores y súbditos seguidores del dios Baco eran encargados de hacer de los jardines sus baños, convirtiendo los minúsculos canales de riego en extensos ríos de orines dejando inundaciones extensas de pis y vastos olores de amoniaco sensible a varios metros de distancia.

La puerta del consultorio se entreabrió, una veintena de ojos abalanzaron sus miradas hacia ella esperando ver a alguien, jamás se logró ver a nadie salir de dentro, de pronto, se oyó la voz chillona de la enfermera, alzando el tono para poder ser escuchada por los pacientes convertidos ahora en impacientes se pudo escuchar los apellidos de un paciente, repetido un par de veces, del final de la banca se levantó un viejecito ayudado por un familiar, este avanzó despacio para ingresar al consultorio cerrando nuevamente la puerta, Luchito Roca tenía entre sus manos la cita médica entregada un par de horas antes, la observó y murmurando entre dientes dijo -tengo para rato- el tiempo continuo su recorrido avanzando minuto a minuto, los pacientes eran atendidos dejando espacios libres en la banca, en ese instante se escuchó decir a Luchito Roca -siéntate, este lugar está libre- intentando alegrar la mañana se expresó sonriente diciendo -quien ocupaba este lugar entro a consulta y no lo vi salir, me parece que se lo llevaron a la morgue- soltando unas pequeñas carcajadas, Justin se sentó al lado de él iniciando un dueto de espera -¿habrás escuchado las noticias locales de nuestro distrito?- preguntó Luchito Roca. El alud de crítica oída en los medios de comunicación no tenía contemplación con el gobernante, ni con su concejo, los noticiarios matutinos avasallaban con los funcionarios, los comentarios en las redes sociales eran como un río de pestilencia ahogando a cada uno de ellos, pareciera existir un consenso entre los medios, o, simplemente el desastre era tan notorio que se hizo imposible cubrir la ineficiencia de los encargados de la administración publica en la otrora capital comercial del sur medio, -déjame retirarme la chalina para conversar mejor- se le escuchó decir. De un solo golpe se retiró la chalina del cuello, se acomodó en el pequeño espacio que ocupaba en la banca cruzando sus piernas soltando un largo suspiro.

El avanzar de los pacientes era lento, ya cercanos al medio día solo quedaban cuatro en espera, entre ellos Justin y Luchito Roca, ambos aprovechaban la parsimonia del hospital de la seguridad social para continuar conversando, aunque era Luchito dueño total del discurso. Él, ya había pasado el umbral de los setenta años, pensionista del sector educación conocía gran parte de la historia política, de los políticos y de quienes fungieron de serlo en el distrito cañetano. Los segunderos del reloj habían dado varios miles de vueltas y, durante todas esas vueltas Justin oía atentamente como Luchito Roca iba dibujando con palabras la historia del distrito, el lienzo solo pintó un inicio de ambiente primaveral, luego de ello, cada trazo era de color ceniciento -después de ese gobernante, no hemos tenido suerte- evocaba a esos sucesos que ocurren por azar eximiendo de culpa a la ciudadanía o aquellos minúsculos grupos de personas con astucia maligna quienes alegando a la mentira, el engaño y las falsas promesas lograron hacerse gobernantes -de los ochenta hacia adelante, solo uno se salva- replicó Luchito Roca, empezó a listar a cada uno, no dejando de lado sus pecados cometidos, ninguno pareciera estar cercano de alguna virtud -todos estos solo le sacaron provecho ocupar cargos en el municipio- continuó diciendo. Habían pasado cincuenta años donde él había sido testigo del mal actuar de los gobernantes, como dice el refrán: “cada quien, jalando agua para su molino”, trajo a memoria la desaparición de materiales de construcción de los almacenes municipales, y que era un secreto a voces que estos fueron retirados sistemáticamente siendo trasladados en el camión recolector de desechos del municipio hasta una provincia vecina al sur de Cañete, decía no entender porque ser laudatorio con quien tanto daño ha hecho al distrito, ¿debían acaso ser homenajeados? ¿de qué?, buscaba ser comprensible con la falta de sensatez de aquellos aduladores, alegaba al desconocimiento de la historia, le parecía sorprendente como podían inventarle honores a quien deshonró a todo un pueblo.

Las agujas del reloj habían tomado una posición vertical marcando las doce del día, las puertas del consultorio se abren y aparece la enfermera, mira a ambos y les dice -por favor vayan por módulo de consulta y reprogramen su cita, el doctor debe de atender una emergencia- sin dejar lugar a reclamo, retrocedió unos pasos para desaparecer cerrando la puerta, Justin se puso de pie seguidamente hizo lo mismo Luchito Roca y avanzaron hacia él módulo de consultas, Luchito Roca coge del brazo a Justin y le dice: -cumpa, esta historia recién empieza, porque ni te imaginas lo que sucedió con la construcción al sur de la provincia-

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