— Ya está servida tu taza de té hijito — le decía Brissa a su menor hijo Julito quien cursaba el segundo grado de educación primaria en un colegio del estado. Él de apenas siete años recién abría sus ojos despertando un nuevo día, su rutina nocturna consistía en acompañar a su mamá hasta altas horas de la noche recogiendo botellas de plástico en las calles del distrito para luego venderlas al peso. Aún cansado, con los ojos hinchados y pegados de sueño, caminaba lentamente hacía el comedor de su improvisada vivienda levantada con paredes de esteras de caña y techo de cartón, tres bancos de plástico que encontraran en una sus travesías nocturnas y un tablero sobre cuatro conos haciendo las veces de mesa. Julito se sentó en uno de los bancos jalando hacia su lado la taza de té y el pan untado con margarina devorándolas en un santiamén — Mamá, toma desayuno — dijo Julito, su madre lo observó intentando fingir una sonrisa para darle tranquilidad y seguridad manifestándole que muy temprano mientras él dormía ya había comido el pan que le correspondía con su taza de té, por supuesto era mentira, lo recaudado por la venta de botellas apenas alcanzó para comprar un pan para Julito, un sobre de té filtrante y una margarina. Esta es una escena diaria en muchísimos hogares de nuestro país, donde la extrema pobreza es notoria, palpante y real, pero alejada totalmente de la empatía de nuestros gobernantes, quienes en esa muestra de vivir muy bien acomodados y regordetes acompañados de tremendas pipas y papadas se desinteresan del ciudadano. Nuestros padres de la patria viviendo en un mundo paralelo a la realidad del país, o tal vez siendo obedientes al libreto impuesto por los poderosos, por aquellos quienes han perdido el sueño en ese afán de volver al poder, esos personajes bárbaros y sin miramientos al daño ocasionado a la población, para quienes viven bajo la frase “el fin justifica los medios”, y a quienes poco, o nada les importa como saciar sus beneficios personales. Estos padres de la patria a quienes la buenaventura les brilla por todos los horizontes, aquellos personajes venidos de la tierra de “nunca jamás”, los mismos que se suben los sueldos y gratificaciones como mejor les parece para luego salir con expresiones propias de algún programa cómico. En el mes de mayo del 2021 saldría un congresista expresando “930 ES UN MONTÓN DE DINERO EN EL PERÚ”, hacía referencia a la negativa por aumentar la remuneración mínima vital, aduciendo que esa cantidad era suficiente para solventar los gastos en el hogar peruano; años después se oye de un ministro de estado “EN EL PERÚ NO SE PASA HAMBRE, HASTA EN EL ÚLTIMO PUEBLO DEL PERÚ SE COME DE MANERA CONTUNDENTE”, totalmente distante a la verdad, y de acuerdo a los informes de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) donde se manifestaba lo contrario a lo vertido por nuestro ministro, y ahora para terminar de colocarle la cereza al pastel aparece la presidenta diciendo “CON DIEZ SOLCITOS HACEMOS SOPA, SEGUNDO Y POSTRECITO”. Podemos percibir tres expresiones siguiendo un mismo patrón, tres padres de la patria OBEDIENTES AL LIBRETO impuesto por los grupos de poder.
Por: Juan Percy Sánchez Samán