ESTAMOS FISCALIZANDO.
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Publicado en 21/02/2023

ESTAMOS FISCALIZANDO.

Pareciera que la noche acumulaba el intenso calor del día, muchos ciudadanos abandonaban el interior de sus viviendas buscando aplacar las altas temperaturas del verano, unos salían a los parques buscando espacios frescos, otros en las puertas de sus casas esperando sentirse aliviado del intenso clima. 

Las bancas ubicadas en la plaza de la ciudad abarrotadas en su totalidad, los niños corriendo de aquí para allá, vigilados por sus padres sentados al borde de la pileta ubicada en la parte central; hacia un lado de la plaza se ve el palacio municipal y la iglesia, y, al frente de ambas la estación policial. 

El verano había llegado aplacador e intenso tomando preso del bochorno y sofocamientos a la ciudad, esa noche Justin no era ajeno a las inclemencias climáticas y decidió sentarse en la acera fuera de su vivienda; tres jóvenes pasan frente a él, son transeúntes asiduos en esa calle, siempre caminando una cerca al otro compartiendo un cigarrillo de olor exagerado, llegan al final de la cuadra y retornan pasando nuevamente frente a Justin emanando humo como locomotora antigua y dejando en el ambiente ese aroma diferente al tabaco.

Un sonido intenso y ensordecedor distrae las miradas de los ciudadanos apostados en la plaza de la ciudad, en el frontis del palacio municipal hay un par de camionetas de la seguridad ciudadana que han encendido sus sirenas y circulinas desprendiendo luces rojas intensas llamando la atención de los transeúntes. Se logra ver a unos policías municipales subiendo raudamente en las tolvas, los vehículos avanzan perdiéndose a la vista de las personas; dentro del murmullo ciudadano se logra escuchar algo acerca de una fiscalización a los bares clandestinos en el Distrito

— ¿acaso dirán que van a fiscalizar? — manifestó un vecino del grupo de personas de edad avanzada sentados en una de las bancas, recordaba a cada uno del actuar ya conocido por las nuevas gestiones municipales para invadir unos cuantos negocios y olvidándose o haciéndose los ciegos de otros; muchos de estos negocios clandestinos con fachadas de bar pasaban desapercibidos ante la vista de los fiscalizadores

— ¡estos deben de tener una bola de cristal! — recalcó el vecino; nombraba servidores públicos, gobernadores, comisarios y hasta fiscales, todos ellos al servicio del comercio clandestino e informal

— ellos son los informantes —  continuaba expresándose, cada uno de los que ocupaban la banca en la plaza de la ciudad afirmaban lo manifestado asentando la cabeza.

Justin había escuchado de algunos negocios de fachada donde se expendía drogas, uno de ellos cerca de su vivienda por eso la visita continua de estos tres jóvenes de apariencia bastante peculiar, el más alto bastante flaco y encorvado, el de talla intermedia siempre tociendo quien a pesar del calor intenso utilizaba un abrigo y el más pequeño, un gordito de pelos parados alegre y sonriente puede por efectos del cigarrillo de olores intensos que compartían entre ellos; el negocio era siempre visitado por automóviles los cuales se ubicaban muy cerca a la puerta del negocio y sus tripulantes sin bajar del vehículo esperaban el acercamiento de alguna fémina encargada de realizar la transacción; días atrás un efectivo de la policía nacional quien manejaba una motocicleta oficial se paró a las afueras del negocio y la misma fémina salió acercándose a él sonriente estrechándose ambos las manos, este se llevó la mano a uno de sus bolsillos del pantalón volvió a coger con ambas manos el timón de su motocicleta y continuó su rumbo; los visitantes eran constantes y continuos apareciendo a cualquier hora del día y cualquier día de la semana.

Justin sentado en la acera fuera de su vivienda pudo percatarse de un personaje caminando tambaleándose desde el fondo de la calle, salía de un bar ubicado a unos metros de allí, un sinnúmero de denuncias y fiscalizaciones habían recaído sobre este negocio siempre saliendo airoso y libre de todo cargo; el hombre a duras penas podía mantenerse de pie y tras él una jovencita con vestimenta bastante ligera y zapatos de tacones altos lo jalaba de las manos intentando camine con ella nuevamente hacia al bar; agarraba sus manos, acercaba su rostro buscando besarlo en los labios intentando convencer la acompañe, de pronto las camionetas de la policía municipal pasan velozmente por la calle ajenos y ciegos a lo que sucede, el bullicio exagerado salido del negocio no causan ninguna atención en los servidores municipales, una ancianita, vecina al negocio le levanta la mano solicitando paren, pero nadie se percató de ella, un vecino pasa cerca a Justin y le dice

—¡se habrá acostumbrado la señora a la bulla nocturna en esa casa de citas! — haciendo referencia a la viejecita quien vive al lado del negocio con fachada de bar; la vecina de edad bastante avanzada hace ya bastante tiempo había enviudado, vivía acompañada de un hijo también mayor quien en múltiples ocasiones presentó denuncias en las oficinas del municipio, pero todas ellas cayeron en saco roto

— ¿estoy seguro que ni siquiera podrán dormir la señora? —  comentó el vecino a Justin. El negocio habría sus puertas en horas de la noche y alargaba su atención durante toda la madrugada hasta el amanecer, solían escuchar música a muy alto volumen lográndose oír casi en toda la cuadra; jovencitas dispuestas acompañar y calmar los sentimientos de soledad de sus clientes a cambio del consumo de licor y tal vez de alguna colaboración económica que en muchas ocasiones terminaban en disputas varoniles por la compañía de alguna fémina

— ¿ese local es intocable? — replicó el vecino, el negocio de fachada había sobrevivido a todas las fiscalizaciones de la gestión municipal pasada, En alguna oportunidad un escándalo de dimensiones mayúsculas se apoderaron de la cuadra, camionetas de la policía municipal, vehículos de la policía nacional y hasta de la fiscalía incursionaron el local llevándose los enseres encontrados dentro, una veintena de féminas abordaban las camionetas de la policía nacional, gritos con frases bastante subidas de tono se escuchaban en las voces de las mujeres, otro grupo igual de parroquianos se les veía subir a las camionetas, algunos totalmente ebrios eran ayudados por los policías municipales a subir en la camioneta municipal. Los fiscales, el gobernador y policías del distrito levantaban actas, esa noche la paz y tranquilidad había vuelto a la cuadra, pero, para sorpresa y asombro de todos a la mañana siguiente los enseres eran repuestos al local continuando el negocio en sus labores como si nada hubiese sucedido.

— ellos pagan por todos lados — dijo el vecino caminando y continuando su marcha; Justin sentado en la acera fuera de su vivienda mantenía en la nariz los olores intensos del cigarrillo compartido por los peculiares jóvenes, observaba al hombre y la fémina abrazándolo quien con una ligereza sorprendente llevaba sus manos a los bolsillos intentando sustraer algún objeto perdido, y, en el fondo al lado del negocio con fachada de bar a la viejecita parada recostada a la pared ayudada a sostenerse con un palo de escoba.

¿Qué hace invisible a estos negocios? ¿Cuánto es el valor de la impunidad? ¿Qué tipo de autoridades tenemos? ¿acaso es cierto que todo tiene un precio?, si es un secreto a voces cuales son los lugares con fachadas de bar dedicados a negocios al margen de la legalidad, ¿qué impide a la autoridad fiscalizar? Que ataduras tienen nuestras autoridades Municipales, Policiales y Ministerio Público para impartir la Ley, ¿acaso la ley tiene distingos? O verdaderamente vivimos aplicando “la ley del embudo”, ancho para aquellos que pagan y compran impunidad, y angosto para quienes buscan trabajar de manera legal y formal; cuanto nos falta madurar como sociedad civil y contar con autoridades de respeto, recordemos que el derecho de uno termina donde empieza el derecho del otro. 

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