EN EL ÚLTIMO VAGÓN.
Cada año los papás de Zeidie la llevaban con su abuelos para pasar las vacaciones de verano, y ellos regresaban a su casa en el mismo tren al día siguiente.
Un día Zeidie les dijo a sus papás:
“Ya estoy grande, ¿puedo irme sola a la casa de mis abuelos?
Después de una breve discusión los papás aceptaron.
Estaban parados esperando la salida del tren, se despiden de su hija con un fuerte abrazo y besos y le dan algunos consejos por la ventana, mientras Zeidie les repetía:
“¡Lo sé! Me lo han dicho más de mil veces”.
El tren está a punto de salir y su papá le murmuró al oído:
“Mi niña si te sientes sola o con miedo, ¡eso es para ti!”. Y le puso algo en su bolsillo.
Ahora Zeidie está sola sentada en el tren, sin sus papás por primera vez. Admira el paisaje por la ventana, a su alrededor unos desconocidos se empujan, hacen mucho ruido, entran y salen del vagón riéndose alto.
Uno de los muchachos se le acercó al asiento de Zeidie y le preguntó si viajaba sola, mientras el otro le hacía muecas. La señora sentada en el asiento de enfrente los amonestó y la miró con tristeza y le dijo, ¡no temas!
Zeidie se sentía sola, atemorizada, y cada minuto que pasaba su intranquilidad crecía. Cómo quisiera que sus padres estuvieran ahí con ella. Miró por la ventana y una lágrima corrió por su mejilla.
Entonces recordó que su papá le había puesto algo en su bolsillo por si tenía miedo, con la mano temblorosa, busca lo que le puso su padre. Al encontrar el pedazo de papel lo leyó, en él está escrito:
“¡Princesa tu mami y yo estamos en el último vagón!”.
Así es la vida, debemos dejar ir a nuestros hijos, debemos confiar en ellos. Pero siempre tenemos que estar en el último vagón, vigilando, por si tienen miedo o por si encuentran obstáculos y no saben qué hacer.
Tenemos que estar cerca de ellos mientras sigamos vivos, el hijo siempre necesitará a sus papás.
Aún cuando ellos piensen que no nos necesitan, estenos en el último vagón. Si no nos necesitan disfrutaremos del viaje en el mismo tren.
- Créditos a quien corresponda
que le llevase al Hades. Una vez allí, Proserpina, conmovida por su hazaña, dijo que estaría encantada de hacerle el favor a Venus. Una vez más pagó a Caronte y le dio el otro pastel a Cerbero para volver.8
Psique abandonó el inframundo y decidió abrir la caja y tomar un poco de la belleza para sí misma, pensando que si hacia esto, Cupido la amaría con toda seguridad. Para su sorpresa del interior brotó un «sueño estigio», es decir, un vapor narcótico que sume en la amnesia a los muertos cuando llegan al Hades. Cupido, que la había perdonado y seguido en secreto por su aventura, voló hasta su cuerpo y limpió el sueño de sus ojos, suplicando entonces a Júpiter y Venus su permiso para casarse con Psique. Estos accedieron y Júpiter hizo inmortal a Psique.9 Venus, olvidando sus rencores bailó en la boda de Cupido y Psique, y fruto de su unión tuvieron una hija llamada Hedoné (para los griegos) o Voluptas (para la mitología romana), la voluptuosidad.10