EL BALCÓN VECINO.
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Publicado en 14/02/2023

EL BALCÓN VECINO.

De pronto se oyeron las gotas golpeando los techos de las casas, lo negruzco de la noche es alterada por la luminosidad en lo más alto de los postes a causa de chispas eléctricas, las calles totalmente mojadas forman pequeños charcos a lo largo de las pistas y veredas; una lluvia inusual caía sobre el cielo la ciudad, los transeúntes aceleran su paso para lograr llegar a sus viviendas y evitar mojarse.

Santiago corre apresurado hacia su casa, minutos antes había salido con algunos amigos a la plaza de la ciudad, aprovechaba sus últimos días de vacaciones de seis a siete de la noche para jugar fulbito, tocó su puerta desesperadamente esperando a su mamá abriera para ingresar, y, de forma alborotada sin mediar palabra subió al segundo piso de su vivienda sentándose en las escaleras para observar un balcón improvisado en la casa del lado. Con la ayuda de una linterna alumbraba el pequeño espacio construido con una base de fierro y maderas superpuestas, el techo de cartón se encontraba totalmente mojado y a punto de desprenderse a causa de la constante lluvia; Santiaguito dirigía la luz de su linterna hacia cada rincón del balcón intentando ubicar algo, de un lado a otro, de arriba hacia abajo, estiraba el brazo en la que llevaba la linterna buscando lograr más distancia de alumbrado sin lograr ver nada; ante esto, su rostro se desencaja, sus labios tiemblan y sus ojos se llenan de lágrimas.

Tres meses atrás se lograban oír frases de cariño hacia dos pequeños, era fácil escuchar los pasos de estos en un ir y venir, paseaban de un lado a otro corriendo alegremente hacia el patio de su vivienda; los mimos y besos eran constantes. Una mañana muy temprano, cuando Santiaguito aún dormía, su sueño fue interrumpido por un bullicio continuo y ensordecedor, un trabajador robusto colocaba unos fierros sobre el patio de la casa vecina; Santiago, aun somnoliento salió de su habitación sentándose en la escalera que lo llevaba al segundo piso de su vivienda desde donde podía observar la casa vecina; un hombre de dimensiones mayúsculas tronaba con la ayuda de un martillo unos fierros que sobreponía uno a uno sobre las paredes de una parte de su patio; el trabajador vestía camisa y pantalón, unos botines con los pasadores sueltos, tal vez el calzado era pequeño o la robustez no solo era corporal sino también de sus pies y para estar cómodo evitaba amarrar sus pasadores, a pesar de sus exagerados kilos corporales Santiaguito lo observaba asombrado por sus habilidades casi acrobáticas para caminar por el filo de las paredes, no se explicaba cómo lograba desplazarse sin necesidad de agarrarse de nada con el solo equilibrio de su ovoide cuerpo.

Luego de tres días de martilleos y del trinar de sierras y serruchos el improvisado balcón de la parte trasera de la vivienda vecina estaba lista

— ¿para que has construido eso papá? — se escuchó preguntar a uno de los niños

El papá sobreponía unos cartones sobre las barandas intentando adecuar un toldo para brindarle sombra al pequeño espacio; los mimos, cariños y besos cesaron, estos fueron reemplazados por lloros constantes, los pasos que se acostumbraban oír de un lado a otro de la vivienda se limitaron al pequeño espacio acondicionado como balcón. 

Santiago pasaba largos ratos observando el balcón vecino, miraba a los pequeños sumidos cada uno a un lado, uno de ellos, el más pequeño se escondía tras unas planchas de cartón ubicadas a un lado de la pared, la otra pequeña siempre sentada, no perdía la mirada a la puerta trasera de la vivienda, aquella que daba acceso hacia el interior y por lo usual siempre estaba cerrada; ambos agazapados miraban por la parte inferior de ella con la esperanza se abriera y poder entrar; situación que muy pocas veces Santiago pudo observar; cuando los pequeños lloraban Santiago subía presuroso a observarlos intentando decirle alguna frase que los calmase, ambos volteaban la mirada hacia Santiago cesando sus quejidos, nuevamente el más pequeño se volvía a esconder al lado de la pared y la pequeñita se mantenía sentada en el mismo lugar.

Los quejidos constantes sumían en tristeza y angustia a Santiago incapaz de poder ayudar a los pequeños. Cada dos día se abría la puerta trasera, dejaban una taza con agua y una bandeja con comida, sin cariños, sin mimos, sin ningún beso, los pequeños miraban levantado la su cabeza hacia arriba esperando los sentimientos de meses atrás cuando convivían junto a todos antes de ser desterrados al balcón del vecino, la puerta se abría solamente para dejar agua y comida, no se tenían más que el uno al otro, y la esporádica y lejana compañía de Santiago; era inexplicable el castigo, no les permitían ninguna salida, ni para hacer sus necesidades, la bandeja donde le dejaban la comida estaba llena de excrementos y orinas; dos criaturas en el olvido total, ajenos a alguna estima, condenados al abandono y vivir en una total tristeza. Las noches se convertían en un cántico de quejidos y lloros, pareciese que los habitantes de la casa vecina habían sido alcanzados por una sordera total, convertidos en seres indolentes cargados de maldad y crueldad.

Esa noche luego que cesara la lluvia y dejara totalmente destrozada el techo de cartón del balcón vecino y pese a no lograr verlos, logro escucharlos fue suficiente permitiendo a Santiago retirarse a su habitación, durante la noche antes de dormirse empezó a idear el rescate de los pequeños; ya sabía la hora y días que se abría la puerta trasera; planeó como cruzar la pared y llegar hasta el balcón. Al día siguiente invitó a su casa a los amigos con quienes jugaban en la plaza y todos se sentaron en las escaleras mirando fijamente el balcón vecino, los pequeños miraban al grupo de niños moviendo sus colas, como si supieran que serían rescatados, los niños llamaban a los pequeños cachorros y estos se acercaron lo más próximo a la pared, sus ladridos se hicieron constantes, aunque los amigos de Santiago se llevaban un dedo a la boca indicando que guardaran silencio haciendo — ¡shhhhh! — los cachorros no se cansaban de ladrar. Uno de los niños se percató que la puerta se abría, inmediatamente todos se escondieron, la mujer quien cada dos días le llenaba su bandeja de alimento y echaba un poco de agua en una taza grito fuertemente

— ¡cállense!  — traía consigo un balde lleno de agua, ni bien terminó la frase lanzó el agua sobre ellos, el más pequeño presuroso se escondió al lado de la pared evitando ser alcanzado, la pequeña no teniendo lugar donde esconderse se quedó estática cayéndole la totalidad de agua; la mujer antes de retirarse dijo — ¡ya saben, cállense, o les hecho más agua! — cerró la puerta dejando a los pequeños asustados, la cachorrita se sacudió intentando secarse, camino unos pasos sentándose a un lado presa de un temblor en todo su cuerpo; los niños volvieron a sentarse en la escalera mirando la carita de tristeza de la pequeña, el pequeño cachorro asomó la cabeza cerciorándose que no había peligro para salir, se acercó a la cachorra y en un acto sublime se pegó a ella intentando aplacar el frío ocasionado por el baldazo de agua recibido

— ¿quién es esa bruja? — preguntó uno de los niños, Santiaguito sentado en uno de los pasos de la escalera con la mirada fijada hacia los cachorros respondió

— solo le falta su escoba, porque ya los tiene en su olla cocinando a los pequeños cachorritos —

Aquel que no está preparado humanamente para sentir estima y aprecio hacia otro ser, la vida no debería permitirle que seres indefensos incapaces de defenderse por sí mismos lleguen a su lado; quien asume la responsabilidad de llevarlos consigo han de ser conscientes que son seres vivos con la capacidad de sentir cariño y también brindar cariño. Es inconcebible aceptar la existencia de personas indolentes, insensibles y crueles, capaces de ensañarse con maldad, dejándolos en un total olvido, es sabido la existencia de una ley de protección animal, pero es necesario sea aplicada, estas quedan como muchas otras impresas y firmadas, pero no aplicadas, ¿cuántas brujas caminarán por las calles?, ¿cuántos seres cargados con instintos de maldad son parte de nuestra sociedad?, ¿cuánto nos falta como sociedad para aprender a respetar la vida?; recordemos que las leyes no están hechas para quedar impresas en el papel, las leyes esta dadas para ser respetadas. 

 

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