NO PODEMOS HACER MÁS.
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Publicado en 24/01/2023

NO PODEMOS HACER MÁS...

Escribe: Juan Percy Sánchez Samán

Se le veía venir desde el fondo de la calle a paso apresurado, su rostro desencajado denotaba nerviosismo, conversaba consigo mismo, apenas se le oía balbucear algunas frases... sobre paraba cada tres o cuatro pasos volteando la mirada hacia atrás y frotándose ambas manos, volvía su vista al frente para continuar su camino y seguir hablando solo, apenas se entendía la palabra policía repetida simultáneamente. 

Rolando Valdez delgado y pequeño de estatura, siempre vestía con ropa más allá de su talla, un pedazo de pabilo le servía de correa para su pantalón, un saco, cuyo largo le llegaba casi a las rodillas y los zapatos que al ser fuera de su medida solían abandonar uno que otro de sus pies en cualquier momento, situación que siempre lo asumía con una sonora carcajada. Rolandito, como era conocido, nunca fue a la escuela, aprendió a sumar, y, sobre todo a contar dinero en la calle donde se dedicaba a limpiar vehículos ganándose algunas monedas; su lenguaje casi inentendible, era necesario prestarle mucha atención para lograr entender lo que intentaba comunicar. 

Rolandito durante sus horas laborales no volvía a su vivienda, lo hacía a la hora de almuerzo, vivía a tres cuadras de la plaza de la ciudad; cada que tenía alguna necesidad fisiológica no iba a su casa, corría hacia unos matorrales, un ambiente desolado y por las noches oscuro por la falta de luces ubicado frente a un parque infantil, donde casi nunca hay infantes jugando. 

Los arbustos al lado del canal de irrigación se habían convertido en los servicios higiénicos de muchos, y otros tantos lo habían convertido en espacio adecuado para el consumo de drogas y alcohol.

Caía la tarde en temporada de verano y el cielo rojo daba la bienvenida a la noche; las puertas de la iglesia estaban cerradas, a un lado se observa el pequeño cuerpecito de un pequeño sentado en la acera, sus brazos abrazan sus rodillas, su frente descansa en sus piernas, el cansancio lo ha vencido y no encontró un mejor lugar para descansar que las afueras de la iglesia. 

Carlitos siempre era visto vendiendo golosinas, ingresaba a cuanto negocio podía con una bolsa en la mano ofreciendo caramelos, chicles o turrones, con apenas diez años de edad era común verlo durante todo el día ofreciendo sus productos, ingresaba a los negocios ubicados alrededor de la plaza y a lo largo de la avenida principal; se paraba en el ingreso del negocio, observaba la presencia de personas, ingresaba y acercándose a ellas les ofrecía sus productos; esa tarde el cansancio hizo que buscara un lugar para descansar, haciéndolo a las afueras de la iglesia; no tardó mucho en quedarse dormido; una dama se percató del niño dormido, se acercó a él intentando que este despierte y preguntarle por sus padres, pero intento fue en vano, Carlitos no sintió, ni tampoco escuchó, él continuó profundamente dormido; frente a la iglesia cruzado la plaza se ubica la dependencia de la policía del Distrito, la mujer al no lograr que Carlitos despierte cruzó la plaza dirigiéndose a la dependencia policial; un grupo de efectivos policiales apostados en el ingreso conversaban entre ellos, un oficial de rango superior saluda a la mujer preguntando si la aquejaba algún problema, esta le indica si podían actuar de alguna forma por el niño que estaba dormido a las afueras de la iglesia

— NO PODEMOS HACER NADA — respondió el oficial de rango mayor

— pero está dormido, algo le puede suceder, alguien le puede hacer daño, está solo ayúdenlo por favor — replicó la mujer

El oficial de la policía llevaba en su hombro cinco rectangulitos dorados, distintivo que distingue su grado, los policías al lado observaban y oían atentamente al oficial la explicación que este brindada a la mujer; explicaba que Carlitos ayudaba a la economía de su hogar de esa forma, vendiendo golosinas en las calles, en los restaurantes y bares de la localidad, si no dormía en la puerta de la iglesia, dormía en alguna banca de la plaza de la ciudad

— su integridad esta en peligro — le dijo la mujer

—no podemos hace más — volvió a responder el oficial de la policía 

Explicaba que no era competencia policial, que el municipio local debía velar por los niños y los adultos mayores en desamparo, indicaba que las leyes le impedían actuar en esos casos, era imposible recoger a ese niño.

— hace unos días me he reunido con el Alcalde del Distrito — indicó el oficial

— y ha sido una reunión muy fructífera — replicó

El Alcalde se había comprometido trabajar a favor de los niños y ancianos en desamparo, se reuniría con sus concejales para formar una comisión evaluadora de este problema social, coordinaría con sus funcionarios para asignar el presupuesto necesario y llevar adelante este proyecto social.

— es un compromiso del Alcalde — dijo el policía 

— son casos difíciles, es un problema social muy serio señora — continuó diciendo

La mujer incomoda con la respuesta del oficial se retiró sin despedirse, miró hacia la iglesia donde minutos antes Carlitos dormía percatándose que ya no estaba, ya se había retirado.

Faltaban pocos minutos para la media noche cuando Rolandito Valdez caminaba asustado y sorprendido, continúo su marcha llegando hasta la estación policial acercándose a un efectivo y en su forma de comunicar bastante difícil intentaba expresar algo, le hacía señas con las manos de diversas formas, intentaba expresar alguna palabra logrando solo articular — policía, niño — , — policía, niño— , — policía, niño—  se alejaba unos pasos y con señas indicaba al policía lo acompañe, este conversó con otro efectivo  y le dijo

— Rolandito quiere que lo acompañe, iré con él, ya vengo— 

Varios pasos adelante Rolandito Valdez avanzaba hasta llegar a los matorrales, adentrándose unos metros y tras él, el efectivo policial; lo oscuro de la noche obligó al policía encender su linterna, de pronto Rolandito detuvo su marcha señalando con el dedo a un costado de los matorrales, el efectivo policial dirigió la luz de su linterna hacia donde señaló Rolandito y observó golosinas regadas por el suelo, alumbró un poco más el fondo encontrándose con un escenario totalmente horrendo, tirado boca abajo el cuerpo de un niño, su cabeza sumergida en un charco de sangre, tenía el cráneo destrozado, Carlitos estaba inerte, le habían robado la vida, el niño que dormía preso del cansancio ahora estaba muerto, nadie escuchó nada, nadie vio nada, nadie supo nada, el policía aún sin salir de su asombro se acercó al cuerpo de Carlitos y verificó que ya no respiraba, no tenía signos vitales, levantó la mirada encontrándose frente a frente con el rostro de Rolandito Valdez,  tenía sus ojos llenos de lágrimas y sollozaba; el efectivo policial agarró su teléfono y llamó a la dependencia informando del asesinato de un menor de edad.

Caminamos por las calles y nos encontramos con menores de edad trabajando incansablemente de sol a sol, su corta edad no les es impedimento para laborar y aportar a la economía familiar; ¿se le debe de permitir a un menor de edad trabajar arduamente al punto de dormirse en las calles?, ¿la policía nacional tiene impedimentos para velar y controlar los excesos cometidos con los infantes?, ¿acaso no trabajan estos con los centros de emergencia en coordinación con el Ministerio de la Mujer y poblaciones vulnerables?; ¿tanto es el grado de deshumanización en la que vivimos convirtiéndonos indolentes ante el sufrimiento del prójimo?. Las autoridades se escudan en la falta de presupuesto para resolver los problemas sociales, cuando se sabe de excesos y despilfarros presupuestales existentes en todo el aparato estatal, gobiernos locales, regionales y gobierno central; ante el desamparo familiar las leyes resguardan la integridad del niño y el anciano, las autoridades tienen un deber moral, juntos como sociedad trabajemos en una labor preventiva acerca de los deberes y derechos, que no se diga “no podemos hacer más” estoy convencido que es mucho lo que podemos hacer.

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