TENGO MUCHO MIEDO.
Caía la tarde cuando Zoila se disponía a cerrar el negocio que años atrás había iniciado junto a su esposo a las afueras de su vivienda; regalos para toda ocasión, artículos diversos para niños y niñas, jóvenes y señoritas, para matrimonios y hasta para despedida de solteros; el sol de la tarde se esmeró al máximo con altas temperaturas propias del verano al sur de Lima causantes de bochornos constantes a los transeúntes.
Ya en su despedida cuando se ocultaba en lo profundo del horizonte una pequeña llovizna bastante inusual empezó caer, Zoila aún no terminaba de recoger los artículos y presurosa ingresó a su vivienda para pedir a su hija que por favor la ayude a guardar los objetos que quedaban fuera y se podrían estropear con la llovizna, de pronto se oyeron unos gritos desesperados — ¡NO!, ¡NO!, ¡NO!, ¡por favor NO! ¡AYUDENME POR FAVOR, AYUDENME! — las súplicas de ayuda venían desde dentro de la casa.
Zoila y Eduardo tuvieron una única hija, cada cumpleaños era celebrado en casa, cuando cumplió once años Eduardo le prometió a su hija Helen que para el próximo año su regalo sería acondicionarle su habitación como ella quisiera, muy emocionada pidió a su papá que las paredes de su cuarto se pinten de color rosa, su cama también la quería de color rosa y en la cabecera una imagen de las princesas de Disney, también quería un escritorio donde colocar su computadora y un estante para guardar sus cuadernos, libros y útiles de escritorio; pasaron los meses y los cambios se iban realizando en la habitación de Helen, todo estaba concluido, las paredes, el escritorio, el estante y el día que cumplía sus doce años llegó su cama de princesa, Helen muy alegre abrazó y besó a su papá agradeciendo el haber cumplido con la promesa de acondicionar el cuarto a su gusto, se echó en su cama, se subió sobre ella dando brincos, se volvía a echar envolviéndose con el cubrecamas de princesa, era un manojo de risas y alegría, se puso de pie abrazando a su papá y volviendo agradecerle por el regalo y diciéndole al oído lo mucho que lo quería.
Helen cursaba el último año de educación primaria, se acercaban el final de clases y junto a ello la tan esperada fiesta de promoción, Zoila, su mamá, le había comprado el vestido de color rosado que ella había elegido, cada vez que llegaba a casa y entraba a su habitación abrazaba el vestido y bailando con él, esperaba con ansias que llegara ese día.
Una tarde cuando Helen estaba en clases, la secretaria del colegio se acercó al salón haciendo señas a la profesora que se acercara, le murmuró algo que ocasionó asombro y espanto, la profesora con el rostro totalmente desencajado retornó a su aula, y llamó a Helen pidiéndole recogiera sus cosas y se apersonara a la dirección, ella sin entender y obedeciendo la solicitud de la profesora abrió la mochila guardando sus cuaderno y libro.
Cuando estaba cerca de la dirección pudo observar a una tía, hermana de su papá llorando, a su lado el Director buscando que consolarla, pero el intento era imposible
— ¿qué pasó tía? — pregunto
Helen — ¿Por qué estás llorando? — su tía con el rostro humedecido de lágrimas se acercó a ella abrazándola y diciendo
— vamos hijita, vamos con tu mamá — Eduardo, el papá de Helen había sufrido un accidente automovilístico y había perdido la vida, la escuela estaba muy cerca de su casa... tramo que a diario lo hacía caminando... el retorno de ese día lo sintió extenso, su tía le conversaba y le pedía tranquilidad, los pedidos de su tía le hicieron presentir que algo trágico había sucedido, los latidos de su corazón se aceleraron, le faltaba la respiración, y sus piernas no tenían fuerzas para seguir andando; ya a unos metros de su vivienda pudo ver a su mamá también llorando y rodeada de algunas vecinas, una de ellas que estaba a su lado y la tenía cogida de la cintura la hacía beber agua, en ese instante Helen corrió hacia ella, su mamá la miró fijamente con sus ojos derramado lágrimas y entre sollozos le dijo que Eduardo su papá había muerto...
Helen no creía lo que acababa de escuchar y fue incapaz de mencionar palabra alguna, su mamá la abrazó volviendo a repetir muy cerca al oído que su papá ya no estaba con ellas, había fallecido en un accidente automovilístico.
Helen, de rostro siempre alegre, de ojos grandes y negros fue incapaz de derramar una lágrima, la alegría fue reemplazada por una profunda tristeza, se separó de su mamá y caminó lentamente hacia su habitación, esa de color rosa que su papá le había acondicionado con tanto cariño, lentamente se sentó en la cama recordando cada cumpleaños desde cuando tuvo uso de razón, recordaba a su papá lo cariñoso y amoroso que siempre era con ella, se recostó en su cama siendo apresada por un largo sueño.
Las exequias de su papá se realizaban fuera de la vivienda donde funcionaba el negocio, ningún familiar se percataba de la ausencia de Helen, de pronto Zoila su mamá pregunto por su hija al no verla por ningún lado, nadie le dio razón de ella, pidió a una de sus hermanas que la acompañe al cuarto de Helen encontrándola echada en su cama con los ojos abiertos y la mirada perdida
— ¿estás bien Helen? — preguntó su mamá, Helen solo atinó hacer un pequeño movimiento de ojos volviendo a perderse en una mirada vacía, le volvió a preguntar si estaba bien sin obtener ninguna respuesta; Helen jamás asistió a las exequias de su papá, fueron dos días que duraron las ceremonias de sepelio, y dos días que no salió de su cuarto ni probó bocado; cuando ya todo había terminado Zoila ingresó a la habitación de Helen, vestía atuendo de color negro, ella permanecía echada en la cama con la misma ropa de hace dos días, su mamá le conversaba sin conseguir ninguna respuesta, los días pasaron y el dolor se acrecentaba en Helen, siete días después de la muerte de su padre salió de su cuarto, se sentó en el comedor intentando ingerir alguna comida, apenas logra llevarse dos cucharadas de alimento a la boca, levanta la mirada y observa la silla que solía ocupar su padre y llora inconteniblemente... las lágrimas eran tantas que caían en su plato, su madre se acerca a ella intentando consolarla solo quedando en intento, la abraza y la llevaba nuevamente a su habitación, echada en la cama mira su vestido de color rosado que utilizaría para su baile de promoción imaginándose bailar con su papá, cerraba sus ojos y volvía a dormirse encerrándose en sueños y recuerdos, en supuestos y hubieses... día a día la pena la envolvía no siendo capaz de escapar de ella, pasaron semanas con la misma rutina, su mamá conversaba con ella intentando aplacar su dolor, Helen casi había dejado de hablar, respondía algunas preguntas que le hacia su madre con un sí o no, su vida se había reducido a su habitación, su mundo era su cama, y el cerrar de sus ojos y mirar hacia dentro le permitía mirar a su papá, esa tarde su mamá ingresó a la habitación de Helen y volvió a preguntar
— ¿Cómo estás Helen? —
— TENGO MUCHO MIEDO MAMA, TENGO MUCHO MIEDO —
Luego que la llovizna iniciara, Zoila ingresó al cuarto intentado pedirle a Helen que la ayude guardar los regalos que estaban fuera, al abrir la puerta vio su cuerpecito suspendido, una de las corbatas de su papá alrededor su cuello y amarrada a lo más alto de la ventana del cuarto color rosa; Helen ahogada en su dolor había decidido no abrir más los ojos y mirar por siempre sus recuerdos, ella decidió acabar con sus cortos doce años.
Nuestra sociedad es incapaz de brindar la importancia debida a la salud mental, la depresión caracterizada por la presencia persistente de tristeza puede conllevar a perjudicar la propia integridad de las personas y hasta la vida misma.
La depresión no tiene distingos de edad ni de sexo, puede hacer prisionero a un niño, a un adolescente o adulto, nadie está libre de entrar en un cuadro de depresión a consecuencia de la pérdida de un ser querido, de un objetivo no alcanzado o de alguna discusión sentimental; la depresión es una enfermedad casi invisible, si conocemos a algún familiar o amigo con excesiva tristeza, con desgano y descuido en su persona es muestra que adolece de un problema depresivo o de salud mental, intentemos ayudar, hagamos que busque ayuda profesional y evitar que atente con su vida; nuestra sociedad viene demostrando un sinnúmero de casos de problemas de salud mental, maltratos, feminicidios, agresiones...
las autoridades tienen un arduo trabajo con los ciudadanos, ampliar las atenciones sicológicas en las escuelas con alumnos y padres, aplicar clínicas municipales de sicología, necesitamos aplicar una política de salud mental preventiva y evitarnos las lamentaciones futuras.