UN MURO TAN ALTO Y TAN ANCHO...
Abrió la puerta de la casa de sus padres intentando ingresar sigilosamente evitando hacer ruido, avanzó un par de pasos y se detuvo para observar todo el ambiente; los muebles mantenían la ubicación de siempre, la mesa y sillas del comedor mudos testigos de largas conversaciones familiares en una posición diferente a la usual, las paredes aún adornadas por los cuadros de la ultima cena y un corazón de Jesús, al otro lado de la pared el espacio de las fotos familiares, y en la parte inicial del comedor el pequeño altar donde yace la urna de los restos de su padre, una fotografía de él y las infaltables rosas rojas a su alrededor. Sentándose en el mueble que solía utilizar su padre en sus horas de descanso recordaba las largas polémicas sobre la realidad de la ciudad, sobre economía, temas de actualidad y aquella frase que su padre solía decir:
— ¡Estos caminan para atrás como el cangrejo! — haciendo referencia al mal actuar de las autoridades de turno...
— antiguamente no era así, que yo recuerde — replicaba, haciéndoles conocer que años atrás no se percibía dietas para quienes ocupaban el cargo de concejales, ni tampoco ningún tipo de compensación económica para los alcaldes...
— se elegían a las personas más honorables de la ciudad — hacía mención, indicando que era un honor servir a la ciudad; sus hijos mayores frescos de conocimiento universitario, quienes años antes acababan de concluir sus estudios superiores escuchaban atentamente realizando comentarios de lo que sucedía día a día y de los nuevos personajes que incursionaban en la política. Eran finales de la década de los noventa el desorden tomaba primacía en la ciudad, la nueva puesta en escena de gobernantes, concejales y funcionarios de las entidades públicas llegaban con un guion diferente, el nuevo objetivo trazado era “beneficiarse y sacar provecho”, se hizo común los fines de semana a la hora del almuerzo tocar temas político económicos.
— mira el gobernante de turno, pareciese que su familia se ha trasladado a vivir en las oficinas de la municipalidad, a lo mejor pensará que el palacio municipal es igual que la vivienda presidencial en el palacio de gobierno ja, ja, ja —
Indicaba refiriendo y riendo burlonamente del burgomaestre de turno, durante la gestión edil de esos años los pasillos de la municipalidad siempre tenían la presencia de un familiar de la primera autoridad, los hermanos, los hijos, los sobrinos todos ellos con poses y actitudes de emperador romano; ni que decir lo que sucedía en las fiestas de celebración del aniversario patrio, fiestas patronales, u otro evento que se les antojaba realizar, los familiares, familiares de sus familiares y todas sus generaciones posibles ocupaban lugares privilegiados en palcos oficiales, como diría el papá de un expresidente, “todos borrachitos de poder”; cualquier persona que intentaba conversar con el alcalde debía de presentarse con más de uno de estos personajes quienes en un interrogatorio casi policial ya tenían el cuestionario aprendido:
¿Quién eres?
¿Qué quieres hablar con el señor Alcalde?
¿Quién te envía?
¿vienes a pedir trabajo?
¿Qué sabes hacer?
¿Qué has estudiado?
¿Tienes experiencia?
¿Dónde has trabajado?
¿Quién te recomienda?
Y en la mayoría de los casos respondían con un contundente
¡NO ESTA!
¡NO TE PUEDE ATENDER!
Evitando así la cercanía ciudadana al gobernante. El padre, desde su apreciación manifestaba que se había perdido la honorabilidad y esas ganas de desarrollar, los cambios en las normas permitían ahora a los gobernantes recibir remuneración económica y los concejales una dieta económica, dieron un giro total, muchos anhelaban conformar la lista de concejales y la improvisación estaba a la orden del día. El padre levantó la mirada observando a sus hijos sentados alrededor de la mesa y les dijo:
—¡TENGAN CUIDADO! La mediocridad está construyendo un muro tan alto y tan ancho que los hará impenetrable —
Situación totalmente real, hoy es fácil observar mediocridad por doquier en el aparato estatal, pseudos profesionales apostando a los supuestos mejores candidatos favoritos a lograr alguna gobernación, otros con experiencia en juegos de azahar apuestan una ficha por cada candidato intentando no perder, comprando un puesto laboral, otros más avezados a la espera de alguna obra de costos elevados capaces de convertirse en exhorbitantes para beneficios compartidos de gobernantes y proveedores. La mediocridad corre por los pasillos del aparato estatal tan igual como corre el agua del río por su cauce, han convertido lo incorrecto en correcto, la ubicación de funcionarios en las oficinas claves que les permitan actuar como magos de circo haciendo desaparecer los recursos ciudadanos, y una vez que logran su cometido de ser gobernantes, aquellos que fueron elegidos para fiscalizar se olvidan sus funciones iniciando un arduo trabajo de beneficio personal interesándole muy poco o casi nada la ciudadanía, inician disputas entre consejo y gobernante por quien logra más y mejor beneficio personal.
Es común observar obras inauguradas recientemente destruyéndose, obras iniciadas hace varios meses atrás, pero sin intención de ser concluidas, totalmente abandonadas perjudicando a la ciudadanía y su economía. El estado tiene el poder económico para realizar grandes inversiones en obras públicas, entonces, porque una obra del sector privado de características muy semejantes al de alguna municipalidad avanza a pasos agigantados concluyendo en los tiempos estimados a diferencia de aquellos que se realiza por encargo de algún gobierno local o regional convertidos en casi proyectos de elaboración eterna y de casi nunca acabar, hospitales interminables, canalizaciones dejadas de lado y cambios de redes de alcantarillado totalmente olvidados; acaso será porque estamos a fines de una gestión y la mediocridad enquistada en el aparato estatal tiene prioridades opuestas al desarrollo y bienestar ciudadano.
Autoridades de turno totalmente alejadas de la realidad ciudadana, cada uno luchando su propio metro cuadrado, no interesando optar por posiciones caninas con tal de lograr beneficios personales, fiscalizadores solo diciendo “SI SEÑOR” y abriendo sus carteras a la espera de reconocimientos económicos, sin darse cuenta que con esas actitudes se llevan de encuentro el futuro de sus hijos, nietos y de muchas generaciones. Cada ciudadano tiene el deber de velar por el desarrollo ciudadano, ser guardianes de los recursos y el buen uso de ellos, de igual forma como elegimos también tenemos derecho a la protesta y no seguir permitiendo que “ese muro tan alto y tan ancho” ya “no se haga más alto ni se haga más ancho”, evitemos la mediocridad, evitamos la llegada de cofradías, de los disque profesionales que se mueven de una municipalidad a otra llevando una mochila llena de corrupción y delincuencia...
Cada ciudadano, cada poblador, cada vecino tiene en sus manos el desarrollo o el atraso de su comunidad.